La capacidad de la ciencia y la tecnología actual de mejorar la calidad
de la vida humana depende de una elevación conjunta de la calidad de los
sentimientos y actitudes que conforman el carácter -aspecto normativo
de la personalidad- sin lo cual no es posible ser verdaderamente útil a
la humanidad. De allí que la formación de un carácter sano y positivo es
una tarea ineludible para la educación de hoy, centrada en la
intelectualidad y en la capacitación tecnológica. Actualmente, el
carácter está siendo retomado, al ser entendido por algunos autores como
el equivalente de la "inteligencia emocional", concepto en auge, que se
está reconociendo como responsable del éxito en la vida. La educación
del siglo XXI, caracterizado como un momento coyuntural para el género
humano, debe retornar a su base y complementar el desarrollo intelectual
y tecnológico, con la educación moral y afectiva. Desde un marco
ético-moral ecológico se propone un modelo psicoeducativo tridimensional
del carácter sobre la base de categorías de la inteligencia emocional
presentes en la vinculación con uno mismo, con los demás, con la
naturaleza y el aspecto trascendente de la existencia. Se aspira a que
esta propuesta pueda aportar elementos que orienten la tarea formativa
del educador en la cotidianidad.
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